lunes, 2 de septiembre de 2013

CUATRO DÍAS CONVIVIENDO CON OSOS

La semana de 26  a 30 de agosto la pasamos en Somiedo buscando osos. Hicimos ocho esperas de unas tres horas cada una, desde el amanecer hasta el atardecer los cuatro días, y vimos osos cada vez, pleno de ocho, un máximo de cinco,  un mínimo de uno y una media de tres. Pero lo importante es cómo los vimos, amigos. Muy de cerca no, por supuesto. Si veis osos muy de cerca algo va mal porque a estos magníficos animales el ser humano nunca debería acercarse o molestar. Por eso tenemos los telescopios y prismáticos. Pero las condiciones los cuatro días para los avistamientos a media distancia fueron perfectas, nada de niebla y poco viento. Luz inmejorable.
Vimos un total de 9 osos y disfrutamos de un número incontable de avistamientos de todos ellos. A veces tuvimos hasta 4 a la vista a la vez y en una memorable ocasión veíamos a 3 en el mismo objetivo de telescopio sin movernos. Algunos los vimos tantas veces que llegaban a ser como viejos amigos (“tú por aquí otra vez”); el reparto consistía en un joven patilargo, un macho enorme completamente negro, un par de oseznos emancipados del año anterior, un par de hermanos algo mayores que también iban casi siempre juntos, otro adulto grande marrón, una hembra con un collar rubio precioso y un par de avistamientos sueltos sin poder averiguar nada de edad ni género. Una y otra vez, en orden y con frecuencia cambiantes, apareció este reparto enfrente de nuestras miradas embelesadas. Los vimos comiendo tranquilamente por la ladera, zarandeando los arbustos escuernacabras con rabia, agarrando ramos enteros a brazadas para engullir la fruta y, simpáticamente, dejando el brazo colgado de la rama incluso mientras descansaban para que nadie les quitase la cena después del trabajo que les costaba alcanzarla. Los vimos trepar hasta lo alto de los arbustos e incluso dejarse colgar desde una rama en plan gorila para arrastrar con su peso entero la ramita de fruta deseada más cerca al suelo y dentro del alcance de sus fauces. Los vimos atravesar el canchal de arbusto en arbusto; sestear y corretear. Dos hermanos pasaron un rato luchando, en plan juego, como sumos. También éramos testigos de acercamientos muy amenazantes del negro macho enorme a las dos parejas de hermanos. Los más peques salieron pitando ladera abajo pero los hermanos mayores casi se dejaron acorralar, encaramados en una peña sin salida. En un momento los dos estuvieron levantados sobre las patas traseras con las delanteras subidas en la roca, mirando a un lado y otro como niños jugando a pilla pilla para ver qué hacía el gigante detrás la roca. Al final todo quedó en un susto y los hermanos lograron alejarse del peligro.
Después de disfrutar tanto de los avistamientos de todos ellos decidimos por lo menos intentar capturar algo de la experiencia para la posteridad con los medios que fueran a nuestro alcance, en este caso videos “cutrescoping” hechos con el teléfono móvil y el telescopio.

 Primero vemos el joven patilargo andando por el canchal, el primer oso que vimos.


Luego vemos el macho negro. Se ve que sus movimientos son mucho más pesados y pausados.

Y por último los dos oseznos emancipados, los más pequeños y ligeros que vimos.

Luego, con varias combinaciones de acercamientos ópticos, sacamos algunas fotitos del negro macho durante sus quehaceres cotidianos por el canchal y ladera. Llegamos a ser tan “amigos” de este bicho que estas fotos un poco desenfocadas casi nos da apuro al no haberlo sacado tan guapo como merece. Pero las circunstancias no estaban para menos ni daban para más.


Además de los osos, los omnipresentes rebecos también nos divertían de lo lindo, subiendo y bajando sin problema por pendientes inverosímiles y asomandose como éste encima de los cortados para mirar con curiosidad a este rebaño de humanos entelescopados abajo.

Los medio días, entre las esperas oseras de mañana y tarde, las pasamos buscando algunas de las mariposas más bonitas de la zona. Incluso tuvimos la suerte de encontrar una de las más bonitas de toda Europa, la deslumbrante Nymphalis antiopa.

Entre las muchas azules que pululaban por los prados este macho de Polyommatus dorylas salía guapo contra el fondo verde.

La Hipparchia semele tiene el truco despistador de aterrizar siempre con los “ojos” grandes del reverso de las alas anteriores a la vista durante un segundo antes de cerrarlas de golpe para quedar así de camuflada contra el suelo. Por lo visto un predador se fija en los ojos y luego, a punto de lanzar sobre ella, se queda perplejo por su desaparición tan brusca y deja su presa ilesa.

Entre los muchos “skippers” que volaban por allí esta Carcharodus alceae también resaltaba bien sobre el fondo verde y azul.

Por último, entre las menos comunes, encontramos esta Brenthis ino.

Pero no todo fueron  mariposas a medio día; también subimos en bici al alto de Farrapona, un puerto de categoría especial en la Vuelta.

Pero no seáis mal pensados: la furgoneta que sale en la foto no es nuestra; ¡sí subimos en bici!
En fin, una semana de un ritmo agotador pero de un disfrute a tope. Convivir con estos bichos tantos días, viviendo sus vaivenes diarios sin que ellos ni siquiera se percaten de tu existencia, ha sido un lujo que te marca por vida. ¡Qué gozada, amigos!!




8 comentarios:

  1. Anda gachones, que os quejaréis!!!! qué envidia más mala....

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    1. Hola Rafa!

      Pues nadie me quita las TREINTA HORAS de ver canchales vacíos pero cuando apareció este primer oso . . . y el segundo . . . y el tercero . . . .

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  2. Vaya vaya, la Antiopa... ah y también unos osos...
    Desde luego no se puede pedir más a unas vacaciones, el próximo año me infiltro en vuestras maletas. ;-D
    Salu2

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    1. Eran casi tan grandes nuestras maletas para permitirlo. ¿Qué tamaño tienes?

      Abrazos

      Sam & Dave

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  3. muy chulo tu blog,lo sigo y te invito al mio diegolr99.blogspot.com
    saludos

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  4. Me encantan tus fotos. Esta claro que tu tenacidad y entusiasmo por la naturaleza tienen premio.

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  5. Muchas gracias por tu visita y comentarios, María

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